viernes, 9 de agosto de 2013

Agosto y sombras



A veces el cielo es tan azul, el agua tan transparente que resulta inevitable habitar en la luz. La sombra se deslíe, pierde esa consistencia pastosa que apesara la respiración.
Los habitantes de la oscuridad desaparecen. O quizás no. Es el ojo el que engaña, ve lo que quiere ver.
A veces la vida solo nos muestra un ángulo, el de roce de seda, el íntimo, el que no sabe herir.
Y la piel se confía. Se ofrece con ronroneo felino. Cree que el azul, la transparencia son, no solo están.
¿Cómo aceptar entonces que lo oscuro nunca se va del todo, que la luna permanece en el fulgor del día y que la mano que nos acaricia sabe también torcerle el cuello al cisne de la confianza y desplumar sus sueños?
Es un aplazamiento.
Esta brisa que los mece, alguna vez deshojará los árboles.
Arrastrará los cuerpos de los pájaros.
Y mi dicha con ellos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cuaderno de interior


 

Cómo se reconoce una en el desasosiego de voces ajenas, en la búsqueda incesante de nosequé  que parece que llega y no, y se escurre, y salta burlón a la baldosa siguiente sin dejarte ni su harina en los dedos.

Y mientras, pasan los años y pasan y hacia dónde en este juego absurdo y para qué.

 No estoy sola. No soy ejemplar precioso de una especie al borde de la extinción que no encuentra acomodo en ningún clima, al que le son hostiles los soles de la compañía y las brumas de la soledad.  Al fin, un alma no es de materia única e inconsútil, sino que está cortada a la medida de otras almas, lacerada por sus mismas costuras. Los días desorientados, iguales unos a otros en su inanidad, no son cosecha de una sola vida, sino peones en un ejército de vidas parecidas. No sé quién nos cría, pero siempre terminamos por juntarnos.

He leído Cuaderno de interior, de Ricardo Virtanen. Su devenir frenético de la música a la vida, de la literatura a la vida, de la crítica a la vida, de la pintura a la vida, del trabajo a la vida, del estudio a la vida, de la vida a la vida. Imparable mosaico.

Y todo incertidumbre y ahoraqués. Palos de ciego en busca de la luz, soledad que no sabe estar sola, compañía a quien la compañía aún le viene grande.

A eso iba: a cuánto hay de mí en ese desasosiego. Menos versátil el mío, sin duda, pero lastrado por el mismo afán de un algo que se desdibuja cuando se consigue. Que cierra unas para abrir fronteras nuevas; pues la mano de la princesa siempre es inalcanzable y su castillo es el de Irás y no Volverás, donde flamea la decepción. Y nosotros, héroes pequeños del día a día. Bastante tenemos con levantarnos y seguir sosteniendo el estandarte.

Ahora bien, desde ese ser dubitativo Ricardo desarrolla una actividad constante y unos afectos fijos,donde brillan con luz propia la amistad y la paternidad. La pasión por la música, la curiosidad crítica, el sesgo letraherido.

Y otros que pasan, siguen pasando como trenes perdidos o amores que nunca fueron el Amor pero hieren la aurora con similar piqueta.

 Lo cotidiano velado por la gasa de la melancolía. Luego, el hallazgo de un libro, una música amable, un licor escanciado en copa de amistad "salvan el día" y suavizan su crueldad. La gasa se levanta y pasa página hasta la próxima desolación.

Al fin y al cabo eso es un diario ¿no? Esa memoria. Esa reflexión. Esas vacilaciones. Sujetar los minutos. Volar con ellos a la caza de cómplices. A su captura.

Como estas mismas palabras con las que conjuro todos los demonios de la soledad.

Lo que decía: una vida. Que lucha, en su sueño de altura, por resultar única. Tan única al menos como la nuestra es. Irrepetible.
Y leerla es compartir el agua y compartir la sed.